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Precolombiano

INTERRELATIONES CULTURALE EN LA MESÒAMERICA DE LA FASE TRANSICIONAL CLÁSICO-POSTCLÁSICO

Varias zonas arqueológicas han sido abundantemente trabajadas, en tanto que en otras los estudios apenas son incipientes o fragmentarios. De ahí las dificultades para poseer un cuadro lo suficientemente general y comparativo de los sistemas sociales precolombinos, que permita una integración global de los usos y costumbres, y de los frutos de civilización más notables. Este trabajo intenta reconstruir las interrelaciones culturales del amplio mosaico que conformaron los pueblos del México prehispánico, en función de las fuentes disponibles y del meritorio trabajo de muchos autores. Es decir, vincular a las subáreas en el tiempo y en el espacio, como pertenecientes a una misma y única madeja, con sus naturales variaciones locales de identidad. Afortunadamente cada día aparecen mayor número de testimonios acerca de los vínculos que guardaron entre sí las diferentes civilizaciones, especialmente en la época clásica; pero también es cierto que aún queda el reto de llenar muchos vacíos de información en distintos periodos cronológicos y en espacio. Todos los pueblos del México antiguo mantenían una estrecha relación, más allá de lo que comúnmente se supone, compartiendo e intercambiando productos, técnicas e ideologías sociales y religiosas.OAXACA
[nggallery id=60]En Monte Albán el culto a los antepasados tuvo una gran importancia, lo que originó una compleja arquitectura de carácter funerario apreciada en la presencia de tumbas muy bien construidas, provistas de una antesala, y frecuentemente adornadas con pinturas murales, con abundancia de urnas en terracota que acompañaban a los difuntos para su viaje al inframundo.

Tales urnas repiten insistentemente motivos de carácter religioso, que van desde la representación de animales (como el jaguar, la serpiente y el murciélago) relacionados con los dioses de la lluvia, el maíz, y el inframundo, hasta complejas divinidades con atuendos ricamente elaborados, pasando por sencillas efigies de los acompañantes o guardianes de las tumbas.

En ocasiones, los sepulcros están acompañados de ricas ofrendas consistentes en objetos labrados en piedras preciosas, como fue el caso de la famosa máscara del dios ‘hombre-murciélago’, elaborada con varias piezas de jade finamente pulimentadas.
En Monte Albán, se dominan ejemplarmente los grandes espacios abiertos, en combinación con las plataformas, las escalinatas y los basamentos de los templos. La ciudad ilustra una de los logros más bien acabados de la urbanística mesoamericana.

Los primeros moradores fueron un grupo de olmecas-zapotecas, quienes expresaron a través de la escritura los símbolos sagrados que empezaban a funcionar como pictogramas. Pero además de su carácter religioso, la escritura de Monte Albán expresada en la piedra y en la cerámica, descansó en la necesidad de controlar los tributos que pagaban sus pueblos sujetos. Monte Albán todavía reserva grandes sorpresas, como la reciente aparición de una estela ricamente grabada con jeroglíficos. Los mixtecas, por su parte, contribuyeron ejemplarmente con abundantes testimonios arquitectónicos, cerámicos y códices.

VALLE POBLANO TLAXCALTECA
El hallazgo de las prodigiosas pinturas murales de Cacaxtla sirvió para que los arqueólogos se plantearan nuevas interrogantes en torno al desarrollo de una tradición cultural que compartía rasgos de diferentes subáreas mesoamericanas. Por la mezcla cultural de los elementos en sus pinturas, se considera actualmente que los habitantes de Cacaxtla fueron al mismo tiempo vecinos cercanos de los mayas, pero iletrados en el sistema jeroglífico maya.

Los candidatos más sólidos como creadores de los murales fueron los Olmeca-Xicalanca, en el año 650 d. C. Situados en un corredor teotihuacano, sus habitantes fueron capaces de controlar gran parte del comercio entre la Costa del Golfo y las ciudades locales de las montañas.
Cacaxtla significa ‘el lugar del cacaxtli’, o bulto del comerciante que se lleva en la espalda.

John B. Carlson, identificó recientemente (1993) los símbolos del planeta Venus en los murales de Cacaxtla, los mejor conservados en el área mesoamericana. Cacaxtla constituyó una acrópolis fortificada en el actual estado de Tlaxcala. Probablemente se estableció alrededor de 650 a 700 d. C. por una élite de comerciantes guerreros de la Costa del Golfo, conocidos con el nombre de Olmeca-Xicalanca, cuyos orígenes están en la región maya chontal de Tabasco.

El sitio había recibido poca atención hasta que en 1975 algunos de los murales más espectaculares jamás vistos en Mesoamérica fueron descubiertos, por traficantes de piezas arqueológicas. Estos incluyen guerreros parados vestidos con elementos de jaguar y pájaro, serpientes emplumadas, enmarcados en bandas de agua con numerosas criaturas acuáticas, tales como caracoles y tortugas.

Excavaciones más amplias revelaron una gran escena en la que aparecen guerreros con la piel pintada de negro y manchas de jaguar, y soldados con elaboradas vestimentas en forma de ave. Los murales, que han sido maravillosamente conservados, fueron pintados en un estilo de las tierras bajas mayas con una mezcla ecléctica de iconografía de Oaxaca, la Costa del Golfo, la región maya, y Teotihuacán.

Aunque la escena ha sido interpretada como una batalla, los perdedores (los soldados vestidos de ave) no tienen armas. Es más, muchos de ellos están vestidos como víctimas sacrificiales pintadas de azul con sus manos amarradas a un lazo de papel blanco sacrificial. Para Carlson esto no es una escena de batalla sino un sacrificio público masivo directamente ligado al culto de Venus practicado en Teotihuacán.

En la sala oeste, el derrotado Capitán Guerrero Pájaro permanece, manos dobladas en gesto de sumisión, cautivo por un victorioso señor guerrero de Cacaxtla llamado ‘Tres Venado’. El Capitán Pájaro permanece en frente de un extraño con un telón de fondo blanco que enmarca los glifos teotihuacanos de Venus.

El significado de este mural empieza a aclararse después del descubrimiento reciente de dos nuevos y espectaculares grupos de murales en Cacaxtla. El primero fue pintado sobre dos columnas rectangulares de una cámara enclaustrada sobre el lado oeste del sitio. Ellas muestran un hombre escorpión pintado en azul y a una mujer. La pareja, miembros del culto militarístico de Venus, permanecen con los brazos levantados en postura de baile encima de bandas acuáticas sobre un terreno rojo, enmarcado en glifos teotihuacanos de Venus. Cada figura viste un faldellín de piel de jaguar con una hebilla del glifo de Venus al estilo Oaxaca. El torso superior y la cabeza de la mujer no sobrevivió a los siglos. El hombre con cola de escorpión, claramente porta una máscara con anteojos, signo del culto a la guerra del Venus teotihuacano.

La sangre del Guerrero Pájaro debió de haber sido ofrecida en rituales evocadores de la fertilidad bajo el auspicio de Venus. El último grupo de murales fue descubierto en una cámara hundida llamada El Templo Rojo. Hay muchos símbolos de desarrollos naturales, tales como plantas maduras de maíz y árboles de cacao. Un comerciante guerrero de Cacaxtla llamado ‘Cuatro Perro’ está vestido a la manera de la bien conocida deidad maya de los comerciantes. Su mercancía contiene productos de las tierras bajas mayas, tales como plumas de quetzal, hule para el juego de pelota, pieles de jaguar, y posiblemente cacao.

Debajo de él resguardado sobre el piso para los que caminan, está un impresionante mural de enflaquecidos cautivos con moños de lazos sacrificiales alrededor de sus cabezas. Entre las piernas de una de estas víctimas está un templo pirámide incendiado con cinco escalones, consumido por las llamas, un símbolo inequívoco para la conquista en el mundo azteca. Los murales de El Templo Rojo nos muestran por primera vez este símbolo de guerra, en uso al menos 600 años antes, cuando Teotihuacán fuera destruido por el fuego.

En un texto de 1975, Winfield reconstruye las ceremonias de los comerciantes en el contexto nahua, destacándose que la imagen del dios del comercio se pintaba de azul y que había sacrificio de prisioneros, quizá como un buen augurio del inicio de las empresas comerciales hacia tierras muy lejanas. Venus, Quetzalcóatl y Yacatecuhtli (dios de los comerciantes), tienen muchos elementos en común que permiten vincularlos. En este contexto, ¿será la representación de los cautivos en los murales de Cacaxtla, la ceremonia de las víctimas propiciatorias para lograr el éxito en las empresas comerciales?

Para George E. Stuart, por la mezcla de elementos en sus pinturas, se presume que los habitantes de Cacaxtla fueron al mismo tiempo vecinos cercanos de los mayas, pero iletrados en el sistema jeroglífico maya. Los candidatos más fuertes como creadores de los murales fueron los Olmexa-Xicalanca en el 650 d. C. Situados en lo que Ángel García Cook llama el corredor teotihuacano, fueron capaces de controlar mucho del comercio entre la Costa del Golfo y las ciudades locales de las montañas.

Cacaxtla ha de haber parecido perfecta en términos de planeación, organización y defensa, pero la ciudad no sobrevivió más allá del siglo X d. C. Andrés Santana estima la fecha de la última pintura —irónicamente, el mural del hombre pájaro que por primera vez puso la atención sobre Cacaxtla— en alrededor de 790 d. C. El sitio fue subsecuentemente abandonado y su gente se mudó.

Hay que tener presente la estrecha relación que mantenían en la etapa histórica los pueblos costeros del Golfo, especialmente las provincias de Cotaxtla y Cempoala, con el Señorío de Tlaxcala, que llevó a Cortés a un pacto con todos aquellos enemigos de la Triple Alianza.
Cholula es uno de los pocos lugares del México prehispánico que cuentan con una secuencia cultural prolongada, ya que su pirámide mayor tiene una estructura contemporánea a la época Teotihuacán I, en el siglo I d. C., siendo la estructura más grande de toda Mesoamérica; comparable en tamaño a la pirámide de Keóps en Egipto.

Xochicalco fue una encrucijada de pueblos distintos y épocas diferentes, una especie de puente cultural entre el mundo clásico y el advenimiento de Tula, la futura capital tolteca. Esta diversidad cultural puede apreciarse en la utilización contemporánea de dos sistemas de cómputo del tiempo, a saber, la Cuenta Larga (a base del uso de barras y puntos), y el sistema de numeración mixteca (con base en la utilización de puntos), rasgo que comparte con la zona arqueológica de Cerro de las Mesas, Veracruz.

CANTONA
El complejo juego de pelota, altar y templo aparece reiteradamente en Cantona, así como elementos de fertilidad. Los ritos de fertilidad tienen ya un numeroso catálogo aquí, al igual que en la zona arqueológica de Aparicio, en la llanura costera del Golfo, a unos cuantos kilómetros de Las Higueras: penes, lápidas de Chicomecóatl, esculturas de Xipe-Totec.

EL GOLFO
Considerado por algunos como el lugar en el que está ubicado el mítico Tlalocan, lugar de la fertilidad y la abundancia, las civilizaciones que se desarrollaron en la Costa del Golfo y áreas interiores, contribuyeron destacadamente al repertorio cultural del México prehispánico. Olmecas, totonacas, huaxtecas, nahuas, y otras etnias, se mantuvieron en movimiento constante a lo largo de toda el área mesoamericana, intercambiando experiencias y fundando las bases de los desarrollos posteriores.

Los entrelaces escultóricos tipo Tajín aparecen ampliamente distribuidos en una gran zona que incluye a Santa María Cotzamaluapa.
Las construcciones circulares y semicirculares están configuradas en varios sitios arqueológicos mesoamericanos: Tzintzuntzan, Tula, El Tajín, Zempoala, Xochiquétzal. El símbolo de la alegría aparece tempranamente en las culturas del Golfo, como se aprecia en algunos objetos olmecas en barro, piedra y jade en el área de San Lorenzo, pero es en la época Clásica (100 a. C. a 900 d. C.) cuando alcanza su mayor esplendor en la civilización del río Papaloapan, quienes la fijan en el eterno lenguaje del barro.

Con el descubrimiento de la Estela número 1 de La Mojarra, se confirmó la hipótesis de Alfonso Caso, en el sentido de que en la Costa del Golfo está el origen de la escritura, la numeración y el calendario. Entre los totonaca, el concepto prehispánico de ciudad está distante de nuestra concepción urbana occidental. El Tajín y Cempoala, al igual que en muchas otras unidades urbanas de centros mesoamericanos mayores, el centro ceremonial con población dispersa permitió una clasificación de las funciones administrativas, de justicia y de comercio, junto con las religiosas, mientras que la gran población se localizaba dispersa en su rededor, dedicada fundamentalmente a las actividades económicas del cultivo de las plantas, y tareas complementarias como la caza, pesca y recolección.

En El Cuajilote, ubicado en el área de Filo Bobos, la traza urbana evoca el patrón teotihuacano en el manejo del espacio. Una figura de Xipe-Totec apareció en el periodo clásico de La Mojarra, municipio de Alvarado, Veracruz, por lo que el concepto de fertilidad asociado a esta deidad constituye una de sus manifestaciones más tempranas en las llanuras pantanosas de Veracruz. El culto a Ehécatl también surgió tempranamente (162 d.C.) como puede apreciarse en la iconografía escultórica de la Estatuilla de Los Tuxtlas.

Para los huaxteca, los parientes norteños de los mayas, separados de éstos por cuñas culturales de otras naciones a lo largo de los siglos, tal aire de familia queda testimoniado en el lenguaje y en las prácticas de la deformación craneana, tan en boga como elemento estético en muchas sociedades mesoamericanas. Su escultura en piedra caliza tiene como motivo principal a la figura humana, pero el contenido y objetivo de la escultura, están dirigidos, a las deidades. Los huaxtecas representan el plano frontal de los cuerpos disminuyendo el fondo, dando a las esculturas una forma aplanada; el tocado en forma de resplandor semicircular posterior en algunas de ellas, es un atributo esencial de su arte.

También se desarrolla una escritura abstracta que todavía espera mayores esfuerzos para su desciframiento; quizá algunas figuras oblongas esgrafiadas representen el símbolo del maíz.

LOS MAYAS
En el gran tramo histórico de su vida como alta civilización, desarrollaron varios tipos arquitectónicos; hay influencias teotihuacanas hacia el final del mundo clásico, y desde fechas muy tempranas se emplean sistemas de numeración, calendario y escritura. Si bien los mayas no son los inventores de estos logros culturales, a ellos se debe su gran desarrollo. Gran parte de los textos en inscripciones se refieren a su historia relevante expresada en guerras, captura de prisioneros, caída de ciudades, ascensión al trono de los gobernantes, ceremonias de carácter religioso y agrícola, pero también, hay textos proféticos.

Las hazañas de los astrónomos mayas reveladas en sus inscripciones se antojan aún más deslumbrantes para nuestra mentalidad occidental cuando comprendemos que los ciclos celestes se descubrieron sin ayuda de los instrumentos de precisión que tanto sirvieron a los astrónomos europeos en el desarrollo de nuestro calendario moderno durante el Renacimiento. En muchas construcciones mesoamericanas se incorporaron angostos tubos y ventanas con el propósito especial de hacer observaciones astronómicas.

Algunos artículos de consumo, como el pedernal, la cera de abeja, los textiles de algodón, la miel, el hule, el incienso de copal, los tintes vegetales, el tabaco, la vainilla de Papantla y de Teutila, la cerámica policromada, las conchas de tortuga del Pacífico, las plumas, las pieles de jaguar y de ocelote, se exportaban cotidianamente de las tierras bajas hacia las altiplanicies de Chiapas, Guatemala y El Salvador. A cambio, los comerciantes de esas zonas llevaban jade, albita, obsidiana, hematita, plumas de Quetzal, cerámica y cinabrio para vender en los centros de las tierras bajas.

Los grupos que vivían en las regiones costeras proporcionaban sal, pescado seco, conchas, espinas de mantarraya empleadas en el autosacrificio de dignatarios y sacerdotes, y perlas a los distritos de tierra adentro. A partir de las interpretaciones de Tatiana Proskouriakoff y de Heinrich Berlin Neubart en las inscripciones de Yaxchilán y Piedras Negras, los mayas pasaron de la historia mítica a la Historia real configurada en sus dinteles y estelas.

En los primeros siglos de nuestra era Teotihuacán se convirtió en un verdadero estado imperial que logró ensanchar a su máximo las fronteras de Mesoamérica, manteniendo esta expansión por más de 600 años al través del comercio y de la religión. Dicha influencia se manifiesta de varias maneras; va desde la presencia cerámica, la construcción de edificios con su típico estilo de talud y tablero, hasta el complejo mágico religioso que implica el culto al dios de la lluvia, al dios del fuego, y a la serpiente emplumada. En la etapa de mayor esplendor, la población de Teotihuacán llegó a tener 120,000 habitantes.

La expansión teotihuacana puede evidenciarse en Matacapan, poblado de la zona de Los Tuxtlas en Veracruz, punto de producción alfarera y comercial. También puede advertirse la presencia de la sociedad teotihuacana en el sitio arqueológico de Piedra Labrada, actual municipio de Soteapan, en el estado de Veracruz; la Estela 1 de dicho sitio presenta el glifo llamado por Caso ‘Ojo de Reptil’, y el glifo ‘turquesa’, compuesto éste último por dos conjuntos de líneas verticales y horizontales que se alternan alrededor de un cartucho que las contiene; además, hay incensarios y columnas teotihuacanas.

El glifo ‘turquesa’ aparece tempranamente figurado en el casco de la cabeza colosal olmeca número 4 de San Lorenzo; quizá esté relacionándose la turquesa con la sangre sacrificial, por el concepto ‘precioso’ que liga a la turquesa con la sangre. Con respecto al glifo ‘Ojo de Reptil’, aparece en un fragmento cerámico localizado por Manuel Gamio en su célebre investigación sobre Teotihuacán, y también fue reportado por Alfonso Caso en inscripciones de Oaxaca; así mismo, aparece en la columna ‘U’ de la prodigiosa Estela Número 1 de La Mojarra.

La estela 31 de Tikal (Winfield Capitaine, 1990, ilus. 182), dedicada en 445 d. C. (Schele and Freidel, 1990) presenta a dos guerreros con elementos iconográficos típicamente teotihuacanos, tales como sus armas y la cara de Tláloc sobre un escudo, frente a un gobernante (‘Cielo Tormentoso’ que subió al poder en 426 d. C.) y que habla de la expansión comercial y guerrera hacia la zona maya.
Hasta su declive eventual y caída alrededor del año 600 d. C., Teotihuacán mantuvo la mayor influencia en todo Mesoamérica, con colonias comerciales en todas las partes del área maya (Tickell and Tickell, 1991:20). El eje Teotihuacán-Kaminaljuyú aparentemente escogió a Tikal como su principal socio en las tierras bajas.

La primera evidencia aparece sobre la Estela 4 de Tikal, fechada en 378 d. C., la cual registra el ascenso al poder de ‘Bucle Hocico’. El estilo de este monumento tiene los diseños distintivo de Teotihuacán: ‘Bucle Hocico’ está retratado de rostro entero en una posición sedente, más que en el perfil maya típico, consistente en estar parado hacia la derecha (op. cit, p. 25).
El poder e influencia teotihuacanos, pues, se extendió a todo Mesoamérica; hacia el este dentro de las áreas de la costa del Golfo (Matacapan), las tierras altas mayas (Kaminaljuyú), las tierras bajas mayas (Becán y Tikal), y al sureste hacia los zapotecos de Monte Albán, Oaxaca.

La decadencia de la urbe teotihuacana se inicia hacia 650 d. C. con una progresiva disminución de la población, ocasionada por factores de orden social y climático. Cesa el crecimiento de la ciudad y aunque se construyen palacios con espléndidos murales, éstos se edifican sobre antiguas construcciones. El siglo VIII d. C. marca el ocaso de la metrópoli, aunque el valle nunca fue del todo abandonado. Teotihuacán jugó un papel clave, y su caída precipitó a un profundo colapso a todas las civilizaciones clásicas.

EL ALTIPLANO CENTRAL
La fama de Teotihuacán como centro religioso, viene de tiempos muy antiguos y esto jugó un papel de atracción para la migración de muchos pueblos venidos del norte. La influencia de Teotihuacán se manifiesta de varias formas que van desde la presencia cerámica, la construcción de edificios con su típico estilo de talud y tablero, hasta el complejo mágico religioso que implicó el culto al dios de la lluvia, al dios del fuego, y a Quetzalcóatl, la serpiente emplumada. En su etapa de mayor esplendor, la población de Teotihuacán llegó a los 120,000 habitantes, configurándolo como el centro urbano de mayor tamaño e importancia para su época.

Su poder e influencia se extendió a todo Mesoamérica: hacia el este dentro de las áreas de la costa del Golfo, las tierras altas mayas y las tierras bajas mayas; al sureste hacia los zapotecos de Monte Albán, Oaxaca.
Al declive de Teotihuacán empieza a surgir Tula. Al igual que otras urbes cosmopolitas, Tula tenía barrios en donde residían extranjeros, como los huasteca; pequeñas colonias de mayas, mixtecas y de grupos del centro de Veracruz y de la costa del Pacífico de Chiapas y de Guatemala.

Por ende, puede considerarse a Tula como el principal dispersor de la alta cultura al resto de las sociedades vecinas y periféricas mesoamericanas. La multiplicidad de su composición étnica y cultural la asume como la generadora de la diáspora de rasgos y complejos civilizatorios en el periodo transicional del Clásico Terminal al Postclásico.
La cultura maya yucateca de la península se vio enriquecida con las aportaciones de los flujos migratorios y comerciales de Tula: el complejo de Quetzalcóatl-Kukulkán, con recintos sagrados y astronómicos; el interesante culto a las deidades del agua, con víctimas propiciatorias en el cenote sagrado, etc.

Civilizaciones posteriores, como la azteca, se asumirán como herederos de la gran tradición tolteca, trasladarán los principales monumentos sagrados y los integrarán a su peculiar panteón particular. Los aztecas inician su peregrinar de manera tardía: es el último grupo que llega al Valle de México, para fundar su capital, Tenochtitlan, siguiendo a sus dirigentes y a la figura de su deidad tutelar, Huitzilopochtli, futuro morador que compartirá espacios con Tláloc, en el recinto del Templo Mayor.

Eclécticos por naturaleza, en cada conquista de otras comarcas, los mexicanos integraron las deidades locales a su panteón particular, conservando y adorando las imágenes en el lugar que para tal efecto se les tenía destinado en el Templo Mayor, las cuales pasan a formar parte del séquito de Huitzilopochtli, su dios fundamental. En el caso de los huaxteca, por ejemplo, importaron a Tlazoltéotl, la comedora de inmundicias, diosa lunar y del tejido. Los mexicas, merced al apropiamiento de costumbres y deidades de otras naciones, formaron las bases del crisol cultural más rico que se dio en México hasta el tiempo de la conquista hispana. Corresponderá al especialista establecer mayor número de semejanzas y paralelismos, oposiciones y puntos de convergencia entre los distintos pueblos prehispánicos del México Antiguo; es decir trazar mayor número de vínculos. Falta todavía mucho por saber y descubrir. Pero finalmente, queda la sensación de que poco a poco va cayendo el velo que ocultaba el remoto pasado de Mesoamérica.

(FERNANDO WINFIELD-CAPITAINE)

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